"Yo soy el pan vivo,
que he descendido del cielo.
Quien comiere de este pan,
vivirá eternamente:
Y el pan que Yo daré,
es mi misma carne para
la vida del mundo".
(San Juan, 6:51)


Al asistir a Misa, los frailes y las monjas Siervos de Nuestra Señora se entregan completamente sin reservas a Nuestro Señor Jesucristo, es decir, con un amor total y verdadero y no existiendo ningún otro sentimiento en sus almas que pueda acercársele.

Y sabemos que la Hostia de nuestra Comunión no es un "objeto", no es una reliquia, o un recuerdo. Es, más bien, una Persona, un Ser viviente, es Jesucristo Nuestro Señor, segunda Persona de la adorable Santísima Trinidad, verdadero Dios y verdadero hombre.

Cada día se celebra la Santa Misa en el Rito Tridentino, en todos los prioratos de la Fraternidad. El propósito de nuestra Congregación es mantener la Misa Tridentina, siguiendo el ejemplo de ciertas Comunidades de Oriente, quienes conservan la celebración de los Sagrados Misterios en el rito propio y el secular.

La genuflexión se practica tradicionalmente en nuestra Congregación, como signo de la adoración debida a la Sagrada Eucaristía, y también mantenemos la tradición de recibir la Sagrada Eucaristía directamente sobre la lengua.

Por cierto, el Obispo San Basilio el Grande (330-379), uno de los Padres de la Ortodoxia, define claramente que introducir la hostia uno mismo en la boca sólo es permitido en tiempos de persecución, o cuando no hay un sacerdote o diácono disponible para los monjes del desierto. San Basilio piensa que es inconcebible recibir la comunión en la mano cuando no hay circunstancia alguna que lo justifique, y no se olvidó de confesar que hacerlo de esta manera representa una falta grave.
Indudablemente, en ciertos sitios en que se perpetuó este hábito, se lo usó hasta el exceso, contrariamente a la costumbre de los Apóstoles. Para encarar tal exceso y ponerle fin, hubo necesidad de que se tomaran medidas disciplinarias en varios sectores.

En consecuencia, el Concilio de Rouen estipuló en el año 650: "No se debe entregar la Eucaristía en las manos de un laico, sea éste hombre o mujer, sino solamente en la boca."

El decimonoveno Concilio Ecuménico de Trento (1545-1563) declaró que la costumbre por la cual sólo el sacerdote puede darse comunión a sí mismo, con sus propias manos, se retrotrae a una tradición Apostólica.

Jesús en la Hostia es el corazón mismo de nuestra Comunidad y, por ello, nos dedicamos de manera especial a la Adoración de la Verdadera Presencia de Nuestro Señor en la Eucaristía.


La Invocación Eucarística
(que Nuestra Señora ha dado
al Obispo Jean Marie)

O JESUS, realmente presente en la Santísima Eucaristía, con María y con mis hermanos, Te adoro, Te amo, me uno a Ti.

 

"El primer y principal carácter por excelencia de la Santa Misa es que debe ser considerada esencialmente y absolutamente como el mismo sacrificio que fue ofrecido en el Calvario. Existe solamente una diferencia: en la cruz, se derramó la sangre de Nuestro Señor, el sacrificio ocurrió sólo una vez y, en esa ocasión singular, la virtud fue suficiente para expiar completamente las inequidades del universo; en el altar, no se derrama sangre, el sacrificio se renueva infinitamente y su objeto es la aplicación directa, para cada uno en particular, de la redención adquirida por Jesús en su dolorosa inmolación.

El sacrificio sangriento ha sido el principio de nuestro rescate; el sacrificio no sangriento nos pone en posesión del mismo. El primero es la apertura al tesoro de los méritos de Nuestro Señor y el segundo nos asegura que podamos llegar a obtener su beneficio.

Además, debemos destacar que la Santa Misa no es una simple representación, un simple recordatorio de la pasión y muerte de nuestro Salvador. Es una reproducción real y cierta de lo que se consiguió en la cruz, de tal modo que podemos decir en verdad que, con cada Misa, nuestro Redentor sufre la muerte nuevamente para nosotros de una manera mística, sin realmente llegar a morir. Cristo vive y al mismo tiempo es inmolado. Como dijo San Juan: "Vi al Cordero, que estaba como si se lo hubiese inmolado." > > >
(San Leonardo de Puerto Mauricio)